¿Por qué un Encuentro Nacional de Juventudes diverso, plural y federal?
El Encuentro Nacional de Juventudes (ENJU) impulsado desde Asuntos del Sur es un espacio de participación activa que busca fortalecer la capacidad de incidencia política de las juventudes argentinas. A diferencia de otros encuentros que se han desarrollado, el ENJU se destaca por su enfoque colaborativo, interseccional, la regionalización de los debates y la acción concreta entre jóvenes de diversas provincias del país, con un énfasis en la construcción de redes federales y en el abordaje de problemáticas específicas desde una perspectiva plural y diversa.
Como juventudes enfrentamos una serie de problemáticas estructurales que dificultan nuestro desarrollo humano, social y económico pleno.
En el ámbito laboral, la dificultad que tenemos para acceder al primer empleo formal, sumado a la alta precariedad laboral y la brecha salarial, nos coloca a las juventudes en situaciones de inestabilidad laboral y económica, y falta de perspectivas tanto presentes como futuras. Esto sumado a las exigencias de experiencia previa y la preferencia por trabajadores con más experiencia limitan nuestras oportunidades laborales, y que nos lleva muchas veces a tomar empleos informales con bajos salarios y sin derechos laborales. La tasa de desempleo en las juventudes duplica la tasa general, y el 50% de las juventudes está en condiciones de informalidad, además de que las juventudes cobran aproximadamente un 30% menos que personas adultas. Esto limita nuestra independencia y la capacidad de ahorro. Problema que se ve más agravado en las mujeres y diversidades, por la reproducción de estereotipos y mandatos del cuidado que hace que tengan aún menor independencia económica, particularmente si están a cargo del cuidado de infancias o personas mayores. En Argentina, aproximadamente el 80% de los hogares monoparentales -una sola persona adulta a cargo de al menos una persona menor- tiene jefatura femenina. Esto es un fuerte reproductor de pobreza estructural, ya que se superpone con la mayor dificultad que tienen las mujeres -jóvenes sobre todo- para acceder al mercado laboral formal.
Respecto a la educación, la alta tasa de deserción escolar, sobre todo en media y superior, y la desigualdad en la calidad educativa limitan la posibilidad de acceder a educación superior o permanecer en ella y, por ende, a empleos de mejor calidad. Hoy poder conciliar el laburo y el estudio es especialmente difícil. Por eso muchas veces los pibes y las pibas terminan dejando sus estudios. Esto se agudiza en zonas urbanas vulnerables o rurales donde los recursos son más escasos y la infraestructura muchas veces no es adecuada. En ese caso la tasa de deserción en la secundaria llega alrededor del 50%. Ni hablar de la educación primaria y secundaria pública que depende de los recursos de las provincias, con la asimetría que eso significa a nivel federal.
Además, si bien contamos con universidades de acceso público y gratuito en cada provincia, el acceso a la educación superior se ve restringido por ciertos costos y la falta de apoyo económico adecuado, lo que perpetúa las desigualdades ya existentes. Sólo alrededor del 27% de las juventudes con bajos ingresos accede a educación superior, y de nuevo, si se llega nada asegura la permanencia y el egreso. Aún así, algo que hay que destacar es que gracias a las universidades públicas, en la gran mayoría de los casos, el 70% de sus estudiantes son primera generación universitaria.
La salud de las juventudes también es algo muy preocupante hoy en día, especialmente en términos de salud mental y consumo problemático, que repercute también en la salud física y la exposición al riesgo, afectando principalmente a los varones jóvenes que acceden en menor medida a los servicios de salud en general, o acceden con cuadros avanzados.
Hoy en día hay un aumento enorme de la ludopatía a través de las apuestas online, además de la adicción al celular y las redes sociales. Cosas que hoy están muy poco o mal reguladas. ¿Esta es la libertad que queremos? Combinado con un aumento de problemas como la ansiedad y la depresión, agudizadas por la pandemia, nos pone en un riesgo constante, con lo que eso implica a nivel individual, vincular y social, que al fin y al cabo es lo que nos termina llevando a dicho consumo y termina reproduciendo ese círculo de estimulación inmediata y sin fin. Se nos está escapando mucho la tortuga.
Se suma el acceso limitado a servicios de salud mental, sobre todo en varones. El 80% de las personas que se quitan la vida a nivel nacional y regional, son varones, una de sus causas relacionadas a la reproducción de mandatos sociales de género. Acceder a una terapia no es algo económico y mucho menos si no contamos con obra social o prepaga garantizada (difícil si la mayoría de los trabajos son informales). Todo esto termina contribuyendo al aumento del malestar social, a la violencia, a los maltratos, ni hablar hacia las infancias y adolescencias. Nos enfocamos mucho en poner parches, castigar y “reparar daños” pero poco en la prevención de estas problemáticas y en la reducción de riesgos.
También la falta de educación sexual integral y el acceso limitado a servicios de salud sexual y reproductiva, y métodos anticonceptivos también generan riesgos como embarazos no deseados, e infecciones y enfermedades de transmisión sexual. Dicho acceso se dificulta aún más para la salud trans y no binaria. Sumamos también la dificultad en barrios populares, zonas rurales, y zonas periféricas a las ciudades.
En cuanto a vivienda, las juventudes enfrentamos enormes desafíos para acceder a una vivienda propia debido a los altos costos de alquiler y las dificultades para obtener créditos hipotecarios. Hoy, en Argentina, 4 de cada 10 jóvenes de entre 25 y 35 años viven con sus familias de origen, y sólo para poner un ejemplo, en CABA un alquiler representa en promedio el 70% del salario de una persona jóven. En los barrios populares las juventudes se ven obligadas a vivir en condiciones de hacinamiento o en viviendas que no cumplen con las condiciones básicas de habitabilidad, lo que afecta gravemente su calidad de vida y a su desarrollo humano. Y ni hablar con las juventudes en situación de calle frente a todo este escenario, no te alcanza la plata para pagar alquiler o comer y quizás no contás con una red de contención que te brinde un techo. La ecuación es sencilla, y sin políticas públicas o instituciones que tengan por objetivo resolver esto que hoy están siendo desfinanciadas, la cosa se va a agravar. La pobreza estructural es esto. Es muy difícil salir de esa situación si combinas todas estas variables en un contexto macroeconómico cada vez más complejo.
Las violencias (sobre todo psicológica/emocional, física y sexual) que considero que son algo transversal que perpetuamos, naturalizamos y reproducimos como sociedad y nos afectan a todas las personas, sus naturalezas y causas son distintas, y nos afecta de manera asimétrica, no por esto sean menos importantes unas que otras. La violencia hacia las mujeres afecta principalmente a las mujeres jóvenes, con dinámicas que escalan hasta los femicidios. La violencia física entre varones jóvenes es creciente, aún nos cuesta problematizarlo. El 80% de las personas perpetradoras de la violencia son varones, pero también sus principales víctimas. Esto se evidencia en peleas callejeras, por ejemplo. Todo esto promovido por una cultura aún latente de que el varón debe ser fuerte y no mostrar debilidad, por esto es tan importante incorporar el enfoque de las masculinidades en la perspectiva de género, para abordar integralmente las violencias, la salud, entre otras cuestiones sociales. Las personas trans y de la diversidad sexual enfrentan niveles alarmantes de violencia, que se agrava también con los discursos de odio desde el Estado hacia dichos colectivos, esto está comprobado, pasó en Brasil. Además, más del 50% de las personas con discapacidad ha manifestado haber sufrido algún tipo de violencia en su vida, intensificando su vulnerabilidad. Hoy se suma la violencia digital, que contempla el ciberbullying y otras formas de agresión en línea, sobre todo con los niveles actuales de polarización política que se canaliza a través filtros burbuja -que a través del funcionamiento de los algoritmos digitales nos llevan a rodearnos de personas que refuerzan nuestros posicionamientos y sesgos- y que encuentra vía libre debido a la falta de regulación de este tipo de violencias y discursos, paradójicamente también, en nombre de la libertad de expresión. Nuevamente… ¿Esta es la libertad que queremos?
Está claro que las juventudes enfrentamos múltiples desigualdades, y además, las padecemos individualmente, muchas veces en silencio. Estas problemáticas no solo están afectando nuestro presente, sino que también nos limitan las posibilidades de desarrollo futuro, creando o agudizando un ciclo de exclusión que es urgente romper a través de políticas públicas inclusivas y participativas. Todas estas desigualdades se agravan según factores como el género, la discapacidad, el origen étnico y la ubicación geográfica, lo que hace imprescindible un enfoque integral y territorial para abordarlas.
Por otro lado, más allá de estas problemáticas específicas, definitivamente tenemos que formar parte de discusiones más amplias a nivel macro, que transversalmente se tocan en los Encuentros regionales: economía, ambiente, los desafíos urbanos y rurales, política exterior, federalismo, ciencia y tecnología, defensa, entre otras. Ningún futuro sostenible es posible sin pensar el desarrollo nacional desde la mirada desde y para las juventudes.
En cuanto a nuestra participación política, los obstáculos también están muy presentes, principalmente debido a la falta de espacios de representación genuina. Las estructuras políticas tradicionales a menudo no reflejan nuestros intereses, lo que resulta en una representación superficial e ineficaz.
La desconfianza hacia las instituciones públicas, percibidas como corruptas e ineficaces, desmotiva la participación, especialmente en un contexto de creciente polarización política y desinformación en redes sociales. Estos factores, combinados con la ausencia de oportunidades concretas para incidir en la toma de decisiones, generan una desmotivación que nos aleja de la participación política.
La fragmentación social y la falta de claridad sobre qué horizonte deseamos construir y alcanzar. El hecho de sufrir tantas problemáticas juntas, de manera individual, dificulta la organización y la acción colectiva. Porque no sabemos muy bien contra qué luchamos o cómo luchar contra eso, a la vez esa desigualdad nos genera bronca y resentimiento entre nosotrxs. ¿Cómo luchamos contra el capital financiero que monopoliza y concentra cada vez más riqueza? Que es uno de los grandes generadores de la desigualdad hoy y desde hace ya algunas décadas. ¿Cómo luchamos contra la evasión impositiva que dificulta la redistribución de la riqueza generada, que es cada vez mayor, pero en pocas manos? En principio tenemos que pensarnos dentro de ese marco y ese contexto. Tenemos una responsabilidad acá.
El Encuentro Nacional de Juventudes (ENJU) se presenta como una herramienta clave para superar estos obstáculos. Este espacio nos brinda a las juventudes la oportunidad de debatir, organizarnos y articularnos en torno a problemáticas comunes desde un diálogo plural, federal y respetuoso, transversal a los espacios político-partidarios. Nos permite fortalecer las redes de colaboración y promover la acción colectiva que tanto hace falta, contribuyendo a comprender mejor las dinámicas políticas actuales y comprometernos con las transformaciones necesarias. Sin organización y encuentro a partir de estos desafíos comunes, es muy, muy difícil avanzar hacia el horizonte buscado.
Pero che, no todo es tan malo como lo pinté en esta nota. Las juventudes tenemos todo lo necesario para disputar está batalla. Que estos desafíos sean el principal motor de transformación y de lucha. No podemos perder está batalla. Este Encuentro no se trata sólo de debatir y formarnos, sino de provocar esa ruptura con la comodidad y arriesgarnos a pensar en nuevas formas de ver, pensar y (re)diseñar el mundo y la Argentina que vivimos. Necesitamos construir horizontes posibles y (com)prometedores, con mucha humildad pero sobre todo con mucho compromiso y voluntad. Durante el Encuentro Nacional de Juventudes, vamos a tener la oportunidad de expresarnos, colaborar, pensar y proponer políticas públicas que reduzcan estás desigualdades, y construir en conjunto esa Argentina más justa y equitativa que deseamos.
Por todo esto, y por mucho más,
¡El futuro es nuestro!
Autor: Nicolás Ferrero Coordinador del Encuentro Nacional de Juventudes y Democracia Viva 2024