La parte menos sexy de la innovación

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La parte menos sexy de la innovación

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Ya no resulta escandaloso apuntar que los todopoderosos partidos políticos lideran las primeras posiciones del ranking de las organizaciones más anquilosadas en el siglo pasado. Arrastran tradiciones y vicios que se traducen en dinámicas de trabajo nada saludables para una acción política de calidad. No en vano, podríamos decir que son lugares casi alérgicos a la innovación. No es descabellado apuntar que las atmósferas que se generan en su interior son contrarias a la creatividad o al derroche del talento, o el desarrollo de las capacidades y las habilidades de sus miembros y simpatizantes. Se perciben como organismos cerrados y jerarquizados. Se centran más en la presencia mediática de los líderes que en cuidar su interior. Evidencian más bien prácticas de trabajo clientelares y patronazgos que participación y pluralismo ideológico. No han evitado que la corrupción se enquiste en su interior y, en consecuencia, el ejercicio de las funciones públicas no se corresponde con comportamientos ejemplares, sino actuaciones personales y colectivas muy dañinas.

La urgencia pasa por desaprender de todas estas prácticas y transformarse en espacios más abiertos, más transparentes y que reconecten con una ciudadanía que hoy, con razón, les rechaza. Y aunque esta panorámica presenta barreras y resistencias a los cambios casi imposibles de batir, sin embargo, solo será posible revertirlas por la vía de la innovación. Innovar o desfallecer, innovar o  quedarse en el pasado, innovar o quizás desaparecer. Ya no sirve aplicar propuestas innovadoras en momentos o situaciones puntuales, o queden olvidadas en los eslóganes de campaña y el marketing electoral, la innovación solo es efectiva cuando profundiza en procesos de cambio de calado, de lo contrario ahonda en desencanto, apatía y desinterés.

Hoy existen mil fórmulas para ello, todas necesarias y ninguna por sí sola suficiente. Desde aquí apostamos por el fortalecimiento organizativo como elemento fundamental para que cambien las inercias de la política partidaria. Y esto pasa, por sumarse a iniciativas audaces que, más allá de discursos, permitan a la ciudadanía palpar nuevos estilos de gestión en su interior, nuevas disciplinas, hábitos, rutinas dirigidas a que, de hecho, regeneren su clima interno. Los partidos han de abrazar las propuestas que les ayuden a adaptarse a los tiempos y manejarse en el contexto actual, a gestionar la complejidad y la incertidumbre. Toca modernizar sus maquinarias mediante la introducción de métodos gerenciales que se traduzcan en potentes herramientas de análisis que capaciten a los partidos para establecer su propia agenda de calidad democrática, mejorar permanentemente su competencia en la coordinación de equipos humanos,  el análisis de situaciones complejas, el establecimiento de metas y objetivos, la toma de decisiones, la concreción de tareas a realizar, el establecimiento de planes de acción, seguimiento y control, y a comprometerse, tanto interna como externamente, con una agenda de mejora continua.   Toca revisar aspectos organizativos básicos que, sin embargo, atacan al corazón de los desmanes de los partidos. Toca ser exquisitos tomando  la ética y la integridad por bandera. Algo poco sexy quizás, pero del todo innovador.

Sobre la Autora

Soy Sofía de Roa (@sofiaderoa) periodista y asesora en calidad democrática. Miembro de la Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas ( @ccdemocraticas) y técnica de transparencia en el partido político Podemos (@ahorapodemos)

Columna de opinión de PODEMOS escrita para la «Semana de Innovación» del 18 al 21 de junio de 2019, organizada por Asuntos del Sur y Nimd Colombia

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