Los nuevos movimientos sociales que tuvieron éxitos más tangibles fueron los territorializados y los vinculados a cuestiones identitarias. Por su parte, los nuevos movimientos políticos que optaron por renovar las formas de la política representativa y la democracia recogieron, por lo general, éxitos tímidos. Con contadas excepciones, las plataformas de renovación política no consiguieron ser mayoritarias ni producir mejoras sustanciales en las democracias de la región latinoamericana, aunque sí reforzaron los valores democráticos. Por el contrario, las fuerzas de extrema derecha, el establishment político y el propio mercado, consiguieron capturar parte del espíritu y las narrativas de los nuevos movimientos sociales.
Este texto, aparte de describir cómo funciona el ecosistema de desinformación de la extrema derecha, pretende explicar por qué millones de latinoamericanos viven inmersos en un mundo paralelo que reniega del establishment político, de los datos, de la racionalidad, de la ciencia y de la mera información.
Las innovaciones en las tecnologías de organización y comunicación hacen necesario debatir qué prácticas sociales y políticas queremos para el siglo XXI y qué características tendrá la ciudadanía que las protagonice. No es un proceso fácil ni que pueda tomarse a la ligera. Estamos ante el surgimiento de una ciudadanía con nuevas capacidades y, como resultado, podremos discutir cómo es y cómo queremos que sea en el siglo XXI, la democracia.