Brasil: la encrucijada del orden y el progreso
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Brasil: la encrucijada del orden y el progreso
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El próximo 28 de octubre, Brasil decidirá su futuro entre dos posturas antagónicas. Por un lado, se encuentran Fernando Haddad y Manuela D´Ávila, la fórmula por el Partido de los Trabajadores (PT), quienes representan el legado de los gobiernos de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, con toda su carga positiva y negativa a cuestas, debido a los avances en términos de derechos conseguidos durante los últimos años,pero eclipsados por los escándalos de supuestos actos de corrupción cometidos en esas administraciones y que llevaron a la separación del poder a ambos mandatarios, en dudosos juicios políticos.
Por el otro lado, está la candidatura de dos ex – militares: Jair Bolsonaro y Hamilton Mourao que, además de ponderar las bondades del sistema neoliberal en una sociedad profundamente desigual, representan todo lo que cualquier sociedad democrática del siglo XXI debería rechazar: el racismo, la xenofobia, la homofobia, el machismo, la misoginia, la anti inmigración, la represión y la justificación de la dictadura militar. Se trata de una versión del denominado populismo de derecha, que se ha aprovechado de un clima de opinión desfavorable a las instituciones democráticas, construido por la oposición al PT y la prensa, que posicionaron una agenda anti-política y anti-establishment, como reacción de las élites políticas y económicas, frente a privilegios perdidos y que, ahora, pretenden recuperar con su particular versión del orden y el progreso.
Con este panorama de crisis política y caos social y económico fabricado, el discurso del orden aparece dominado por la prevalencia del discurso de la mano dura contra las libertades públicas e individuales, con el recorte a los avances logrados y la premisa de que ha sido precisamente eso lo que ha provocado el desorden. Por lo menos, así lo afirmó Bolsonaro en entrevista con la actriz Ellen Page en 2016: «Cuando era joven, había pocos gays. Con el tiempo, debido a las libertades, a las drogas y con las mujeres trabajando, aumentó bastante el número de homosexuales» (1).
En cuanto al progreso, Bolsonaro ha anunciado que, de llegar a la presidencia, nombraría como ministro de finanzas a quien ha construido su programa económico: Paulo Guedes, un egresado de la Universidad de Chicago que tenía a cargo una cátedra de economía en la Universidad de Chile en plena dictadura de Pinochet y quien pretende ahora implementar en Brasil las reformas del Chile de los ’80, donde la apertura, el achicamiento del Estado, los nefastos cambios en el sistema de pensiones y la privatización de empresas públicas, sirvieron como laboratorio para el modelo económico neoliberal, que ha generado las actuales brechas de desigualdad en el orbe y que tiene la capacidad de reinventarse con cada nueva crisis, como viene pasando en países como Argentina con las medidas del gobierno Macri.
El respaldo de Sebastián Piñera a Bolsonaro, hace un par de semanas,sería la constatación de este panorama para Brasil: «Las señales que está dando en cuanto a abrir la economía brasileña, reducir el déficit fiscal, reformar las pensiones, reducir el tamaño del sector público con muchas privatizaciones, yo creo que es lo que un país como Brasil,que es un gigante, necesita» (2). Así que ya sabemos cuál es la fórmula del progreso, la de ampliar las brechas en un país donde aún 14,83 millones de personas están en la pobreza extrema, según cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Solo entre 2016 y 2017, en momentos de crisis política y desaceleración económica, esta cifra aumentó 11,2%, lo cual es un indicio de lo que podría ocurrir del 28 de octubre en adelante con un gobierno de Bolsonaro.
En este aspecto, destacamos que, políticas regresivas en términos de derechos, serían además nefastas para avanzar en la necesidad de atender y visibilizar la magnitud y existencia de la interseccionalidad, en las desigualdades entrecruzadas de género y étnico-racionales. Por ejemplo, como «en el caso de las mujeres negras, ya que constituyen la mayoría entre la población más pobre del país. De todas las familias inscritas en los programas sociales brasileños, el 88% eran encabezadas por mujeres y, de estas familias,el 68% eran encabezadas por mujeres negras» (ONU Mujeres, 2016) (5)
Tal vez esta encrucijada, donde los deseos están puestos en conseguir orden y mayor progreso, sea el momento de la transformación más profunda: que cada brasileño o brasileña se comprometa con su voto y haga que el discurso del partido que dice representar sus derechos y sus conquistas históricas, retome su rumbo, recuerde de dónde emergió y cuál fue su propósito; de comprometerlo con una fuerte reestructuración interna, forzarlo a su propio escrutinio y se piensen como colectividad política. Elegir el camino más corto y el que se ofrece como salvador, suele ser el menos profundo y el que no se compromete con las verdaderas transformaciones.En este caso, el camino largo no es el más deseado por muchos y muchas, por la falta de entusiasmo, pero tal vez sea el de una oportunidad histórica para no detenerse en un rumbo en el que ya se ha encaminado Brasil y que ahora necesita del concurso de la ciudadanía.
Por eso mismo, consideramos indispensables algunos elementos que se deben tener en cuenta para tomar esta decisión el próximo 28 de octubre:
– Está comprobado que el autoritarismo no es solución a los supuestos climas de caos social, político y económico, por el contrario, suele profundizarlo.
– Los discursos de salvación suelen ser el resultado de la fabricación previa de crisis, que terminan por beneficiar política y económicamente a quienes la han creado.
– Orden no es sinónimo de restricciones a las libertades públicas e individuales, ni de represión contra grupos subalternizados (3) (población afro, colectivos LGTBI, grupos indígenas, entre otros).
– Orden no es sinónimo de responder con violencia estatal a la violencia de la delincuencia, ni atacar a consumidores a través de políticas represivas; esa ha sido la estrategia fracasada de la lucha contra la delincuencia y las drogas; México y Colombia son un claro ejemplo de ello.
– La idea de Dios, Familia y Patria, más allá delas creencia religiosas, suele ser usada políticamente como un arma de homogenización de las sociedades, que por más que quieran reordenar a su estilo quienes la pregonan, no acepta los cambios y las dinámicas del siglo XXI. Las creencias múltiples deben ser garantizadas y respetadas como derecho constitucional; la familia ya no es aquella unidad absoluta clásica, sino que ha migrado a otras formas de composición y, la Patria, tampoco es la unidad nacional constituida únicamente por iguales, sino que se compone de la diferencia y de la migración. La idea de “América para los americanos” de Trump, además de retrógrada es racista y ya sabemos que ha emergido tras los discursos de la superioridad de “razas”.
– Orden tampoco corresponde al uso por parte delos gobiernos conservadores de los discursos anti-derechos tomado de las iglesias evangélicas, que tratan de mantener las relaciones de poder desiguales entre varones y mujeres. Determinan que las tareas domésticas, de cuidado de niñas y niños y, también de personas mayores, son naturalmente de las mujeres, encerrándolas en lo domestico, como único poder social disponible para las mujeres.
– Ni orden es continuar con la división tradicional dicotómica de roles de género, que también conduce a discursos de odio y violentos contra aquellas personas que no encajan en esta visión binaria de las sociedades y en la heteronormatividad (4) como mandato social.
– Progreso no es sinónimo de salvamentos a los privados, deuda externa para ajuste fiscal, recorte de derechos y privatización. Se debe aprender de las graves consecuencias del paquete neoliberal aplicado por el gobierno Macri en Argentina.
– Los paquetes de reformas pensionales no suelen beneficiar a la población que más necesita de su pensión; hoy en Chile, por ejemplo, se busca replantearla. Hay que tener en cuenta que la crisis actual en Nicaragua comenzó por la introducción de una reforma pensional que golpeaba la situación de los pensionados.
– Castigar con el voto al PT, votando por Bolsonaro, no es castigar al PT. En este caso, elegir a Bolsonaro es elegir el castigo de las mayorías en Brasil.
– La democracia, más allá del voto, necesita el concurso de la ciudadanía. Por eso en Brasil, las organizaciones, estudiantes, colectivos feministas, grupos afro e indígenas, sindicatos, grupos artísticos, culturales y populares, deben acompañar el voto con la movilización social, exigiendo al PT reformas internas a la colectividad política, en la renovación de liderazgos y en exigir la rendición de cuentas y mecanismos de Gobierno Abierto para hacer seguimiento a su gestión.
– Por último y, no menos importante, destacar que, a pesar de que los titulares de los medios los ha secuestrado el particular y extravagante estilo de Bolsonaro que encanta a cierta prensa, la dupla conformada por Fernando Haddad y Manuela D´Ávila, es una candidatura con cualidades suficientes para gobernar a Brasil, más allá de que se le vea y se le quiera mostrar como vocera de Lula.
– A diferencia de otros casos de transferencia de votos en la región sobre candidatos sorpresa, Haddad y D´Ávila gozan de una trayectoria político-electoral comprobada y exitosa. Haddad ya gobernó una megalópolis como Sao Paulo, pasó por el Ministerio de Educación con altos reconocimientos y posee una una sólida trayectoria académica, que también lo respalda en temas del derecho, la economía y la política. Igualmente, Manuela D´Ávila tiene estudios en Ciencias Sociales y se graduó como periodista. A los 23 años fue concejal de Porto Alegre, a los 25 ya era diputada federal, la más votada en el estado y fue reelegida en 2010 con el mayor número de votos en todo el país.
Sabemos que este tipo de encrucijadas son complejas y que muchas cosas del contexto nublan la decisión. Desde Asuntos del Sur, tomamos una posición, a partir del entendimiento de una democracia con justicia social, inclusiva, paritaria y equitativa, que avanza en la ampliación de los derechos para toda la ciudadanía y que la encontramos más cercana en el proyecto y en la agenda del PT, representada hoy en Fernando Haddad y Manuela D´Ávila. No sin ojos críticos sobre una colectividad política que, consideramos, debe repensarse, renovarse, redefinir estrategias para su actuación en el poder y articular nuevos públicos y mecanismos de participación a su proyecto. Igualmente, esperamos que el ex-presidente Lula DaSilva, pueda resolver los problemas judiciales que hoy lo tienen privado de su libertad y sus derechos políticos, porque también vemos en él a un líder necesario para lo que viene, bien sea para acompañar la tarea de Haddad y D´Ávila o para ser una fuerte voz crítica, si es que Brasil, a pesar de todo, se decidiera por Bolsonaro.
Notas:
(2) https://es.euronews.com/2018/10/10/sebastian-pinera-matiza-su-apoyo-a-bolsonaro
(3) El concepto de subalterno permite poner el foco en los aspectos subjetivos de la subordinación en un contexto de hegemonía, es decir, la mención a los grupos subalternizados refiere a la cuestión de identidades hegemónicas e identidades subalternas;bajo la supuesta inclusión en el imaginario de “todos”, como forma de expulsar sujetos de la ciudadanía implícitamente.
(4) La heteronormatividad es un término acuñado desde el feminismo y el movimiento LGBTI, para referirse a la sexualidad heterosexual y reproductiva obligatoria, entendida como el mandato “natural” en las sociedades patriarcales (Rich, 1980). Esto es, desde la niñez se socializa a mujeres y varones, de forma simbólica y material, en el imaginario de la heterosexualidad como lo “normal” y universal.
*Asuntos del Sur
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